Que Dios Padre te bendiga, te muestre su rostro y te conceda la paz. Amén.
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Santa Matilde le rogaba a la Santísima Virgen María que la asistiera a la hora de la muerte. La Santísima Virgen María le dijo: “Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemaría, conmemorando, en la primera, el Poder recibido del Padre Eterno; en la segunda, la Sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el Amor del que me colmó el Espíritu Santo”. La Santísima Virgen le dijo a Santa Gertrudis que quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la Sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente Caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo. La Santísima Virgen María, refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, le dijo a Santa Gertrudis: “A la hora de su muerte, me mostraré con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista lo consolará y le comunicará las alegrías celestiales”. La Santísima Virgen María le dijo a Sor María Villani: “No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de todos los que practiquen esta devoción. La devoción de las tres Avemaría siempre me fue muy grata. No dejes de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto puedas. Cada día tendrás pruebas de su eficacia”.
¡María, Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal!
Por el Poder que te concedió el Padre Eterno; Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Por la Sabiduría que te concedió el Hijo; Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo; Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios Padre le dijo a Santa Faustina Kowalska (1905-1938) la siguiente promesa para todas las personas que recen la Coronilla de la Divina Misericordia:
1) Defenderé como mi Gloria a cada alma que rece esta Coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca del agonizante es rezada esta Coronilla, se aplaca la Ira Divina y la Insondable Misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de mi Misericordia por la Dolorosa Pasión de mi Hijo. (Diario de Santa Faustina, 811)
Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Santa Faustina Kowalska (1905-1938) las siguientes promesas para todas las personas que recen la Coronilla de la Divina Misericordia:
1) Quienquiera que rece esta Coronilla recibirá gran misericordia en la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como la ultima tabla de salvación. Hasta el pecador mas empedernido, si reza esta Coronilla al menos una sola vez, recibirá la gracia de mi Misericordia Infinita. Deseo que el mundo entero conozca mi Misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi Misericordia. (Diario de Santa Faustina, 687)
2) A las almas que recen esta Coronilla, mi Misericordia las envolverá en la vida y especialmente en la hora de la muerte. (Diario de Santa Faustina, 754)
3) ¡Oh, qué gracias más grandes concederé a las almas que recen esta Coronilla! Las entrañas de mi Misericordia se enternecen por quienes rezan esta Coronilla. (Diario de Santa Faustina, 848)
4) A quienes recen esta Coronilla, me complazco en darles lo que me pidan. Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz. (Diario de Santa Faustina, 1541)
5) A través de esta Coronilla obtendrás todo, si lo que pides está de acuerdo con mi voluntad. (Diario de Santa Faustina, 1731)
La Coronilla de la Divina Misericordia se puede rezar utilizando un Rosario o utilizando los dedos de las manos para contar cada oración.
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un el Credo.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Credo: Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día, resucitó de entre los muertos; subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso; y desde allí, ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Rezar la siguiente oración (Al inicio de la primera decena): “Padre Eterno: te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero”.
Rezar diez veces la siguiente oración (Correspondiente a la primera decena): “Por su Dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Rezar la siguiente oración (Al inicio de la segunda decena): “Padre Eterno: te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero”.
Rezar diez veces la siguiente oración (Correspondiente a la segunda decena): “Por su Dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Rezar la siguiente oración (Al inicio de la tercera decena): “Padre Eterno: te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero”.
Rezar diez veces la siguiente oración (Correspondiente a la tercera decena): “Por su Dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Rezar la siguiente oración (Al inicio de la cuarta decena): “Padre Eterno: te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero”.
Rezar diez veces la siguiente oración (Correspondiente a la cuarta decena): “Por su Dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Rezar la siguiente oración (Al inicio de la quinta decena): “Padre Eterno: te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero”.
Rezar diez veces la siguiente oración (Correspondiente a la quinta decena): “Por su Dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Al finalizar esas cinco decenas, repetir tres veces: “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Rezar la oración final: Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentamos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia Mismos.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
La Santísima Virgen María le dijo al Beato Alano las siguientes promesas para todas las personas que recen el Rosario:
1) El que me sirva, rezando diariamente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
2) Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
3) El Rosario será un fortísimo escudo de defensa contra el Infierno; destruirá los vicios, librará de los pecados y exterminará las herejías.
4) El Rosario hará germinar las virtudes y también hará que sus devotos obtengan la Misericordia Divina; sustituirá en el corazón de los hombres, el amor del mundo, al amor por Dios, y los elevará a desear las cosas celestiales y eternas. ¡Cuántas almas por este medio se santificarán!
5) El alma que se encomiende por mi Rosario no perecerá en el Infierno.
6) El que con devoción rece mi Rosario, meditando los misterios, no será oprimido por la desgracia, ni morirá una muerte trágica; se convertirá, si es pecador; perseverará en las gracias, si es justo; y en todo caso será admitido a la vida eterna.
7) Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los auxilios de la Iglesia Católica.
8) Quiero que todos los devotos de mi Rosario tengan en vida y en muerte, la luz y la plenitud de la gracia, y sean partícipes de los méritos de los bienaventurados.
9) Libraré pronto del Purgatorio a las almas devotas de mi Rosario.
10) Los hijos verdaderos de mi Rosario gozarán en el Cielo una gloria singular.
11) Todo lo que me pidan por medio de mi Rosario se alcanzará prontamente.
12) Socorreré en todas sus necesidades a los que propaguen la devoción al Santo Rosario.
13) Todos los que recen mi Rosario tendrán por hermanos en la vida y en la muerte a los bienaventurados del Cielo.
14) Los que rezan mi Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi unigénito Jesús.
15) La devoción al Santo Rosario es una señal manifiesta de predestinación a la Gloria.
El Santo Rosario se puede rezar utilizando un Rosario o utilizando los dedos de las manos para contar cada Avemaría.
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar un Credo: Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día, resucitó de entre los muertos; subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso; y desde allí, ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar un Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Al rezar el Santo Rosario de memoria, con solo recordar el título de cada misterio es suficiente. Pero también se aconseja meditar cada misterio por un momento.
Rezar el primer misterio según qué día es hoy.
Si hoy es lunes o sábado, rezar el primer misterio gozoso: La Anunciación del Ángel a la Santísima Virgen María y la Encarnación del Hijo de Dios: El Arcángel San Gabriel se presenta ante la Santísima Virgen María y le anuncia que será la Madre de Jesús. María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. (Lucas 1, 38) — Por este misterio, pidamos a la Santísima Virgen María aprender a ser humildes y obedientes a la Palabra de Dios.
Si hoy es jueves, rezar el primer misterio luminoso: El Bautismo de Jesús en el Río Jordán: Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento, se le abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia Él. Y se oyó una voz del Cielo que decía: “Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. (Mateo 3, 16-17) — Pidamos a la Santísima Virgen María vivir nuestro Bautismo con fidelidad a Jesucristo.
Si hoy es martes o viernes, rezar el primer misterio doloroso: La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos: La noche antes de su muerte en la Cruz, Jesús, que siendo Dios, sabía que lo iban a crucificar, sube al Monte de los Olivos a rezar. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra orando así: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Mateo 26, 39) — Pidamos a la Santísima Virgen María aprender a orar.
Si hoy es miércoles o domingo, rezar el primer misterio glorioso: La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo: Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí”. (Marcos 16, 5-6) — Si por el pecado hubiéramos muerto a la gracia, pidamos a la Santísima Virgen María resucitar con Jesucristo por medio de una sincera confesión.
Al finalizar el primero misterio, rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar diez Avemaría: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar un Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la siguiente jaculatoria: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Rezar el segundo misterio según qué día es hoy.
Si hoy es lunes o sábado, rezar el segundo misterio gozoso: La visita de la Santísima Virgen María a su prima Santa Isabel: En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá (Lucas 1, 39), a ver a su prima Isabel. — Imitemos a la Santísima Virgen María y aprendamos a sacrificarnos con alegría en bien de nuestro prójimo. Pidamos la verdadera caridad cristiana.
Si hoy es jueves, rezar el segundo misterio luminoso: La autorrevelación de Jesús en las Bodas de Caná: Y como faltaba vino, la Madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “¿Qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su Madre le dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que Él les diga”. Éste fue el primero de los signos de Jesús y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él. (Juan 2, 3-5, 11) — Pidamos a la Santísima Virgen María saber corresponder al Señor.
Si hoy es martes o viernes, rezar el segundo misterio doloroso: La Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo: Pilatos mandó entonces azotar a Jesús. (Juan 19, 1) — Pidamos a la Santísima Virgen María aprender a sufrir.
Si hoy es miércoles o domingo, rezar el segundo misterio glorioso: La Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los Cielos: “Ustedes son testigos de todo esto y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Después, Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al Cielo. (Lucas 24, 48-51) — Pidamos a la Santísima Virgen María ascender diariamente en nuestra vida espiritual.
Al finalizar el segundo misterio, rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar diez Avemaría: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar un Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la siguiente jaculatoria: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Rezar el tercer misterio según qué día es hoy.
Si hoy es lunes o sábado, rezar el tercer misterio gozoso: El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en el portal de Belén: Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. (Lucas 2, 6-7) — Pidamos a la Santísima Virgen María el desprendimiento de todo lo terreno.
Si hoy es jueves, rezar el tercer misterio luminoso: El anuncio de Jesús sobre el Reino de Dios y su invitación a la conversión: Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El Tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. (Marcos 1, 14-15) — Pidamos al Señor que nos envíe su Espíritu para lograr una real conversión.
Si hoy es martes o viernes, rezar el tercer misterio doloroso: La coronación de espinas: Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo y, acercándose, le decían: “¡Salud, Rey de los Judíos!”, y lo abofeteaban. (Juan 19, 2-3) — Pidamos a la Santísima Virgen María aprender a aceptar pacientemente las humillaciones.
Si hoy es miércoles o domingo, rezar el tercer misterio glorioso: La venida del Espíritu Santo sobre la Santísima Virgen María y sobre los Apóstoles: Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del Cielo un ruido semejante a una ráfaga de viento que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces, vieron aparecer unas lenguas como de fuego que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo. (Hechos 2, 1-4) — Pidamos a la Santísima Virgen María que el Espíritu Santo nos ilumine para cumplir siempre la voluntad de Dios.
Al finalizar el tercer misterio, rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar diez Avemaría: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar un Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la siguiente jaculatoria: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Rezar el cuarto misterio según qué día es hoy.
Si hoy es lunes o sábado, rezar el cuarto misterio gozoso: La presentación del Niño Jesús en el Templo: Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. (Lucas 2, 22) — Pidamos a la Santísima Virgen María la virtud de la obediencia.
Si hoy es jueves, rezar el cuarto misterio luminoso: La Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor: Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Desde la nube, se oyó una voz que decía: “Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. (Lucas 9, 29, 35) — Pidamos a la Santísima Virgen María reconocer en nuestros hermanos el Rostro de Jesús.
Si hoy es martes o viernes, rezar el cuarto misterio doloroso: Jesús con la Cruz a cuestas camino al Calvario: Jesús, cargando sobre sí la Cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado “del Cráneo”, en hebreo “Gólgota”. (Juan 19, 17) — Pidamos a la Santísima Virgen María aprender a aceptar y amar nuestra Cruz.
Si hoy es miércoles o domingo, rezar el cuarto misterio glorioso: La Asunción de la Santísima Virgen María a los Cielos: Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial. (Lumen Gentium, Cap. VIII, 59) — Pidamos a Dios vivir como lo hizo María aquí en la Tierra, con sencillez y humildad, para alcanzar una santa muerte.
Al finalizar el cuarto misterio, rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar diez Avemaría: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar un Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la siguiente jaculatoria: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Rezar el quinto misterio según qué día es hoy.
Si hoy es lunes o sábado, rezar el quinto misterio gozoso: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo: Jesús se ha perdido. Tiene doce años. Acongojada y afanosamente, María lo busca con resignación. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley. (Lucas 2, 46) — Pidamos a la Santísima Virgen María gran resignación cristiana ante la voluntad de Dios.
Si hoy es jueves, rezar el quinto misterio luminoso: Jesús instituye la Eucaristía: Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen y coman, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó diciendo: “Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados”. (Mateo 26, 26-28) — Pidamos a la Santísima Virgen María ser dignos depositarios del Cuerpo y Sangre de Jesús.
Si hoy es martes o viernes, rezar el quinto misterio doloroso: La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo: Cuando llegaron al lugar llamado “del Cráneo”, lo crucificaron. (Lucas 23, 33). Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la Tierra hasta las tres de la tarde; el velo del templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y diciendo esto, expiró. (Lucas 23, 44-46) — Pidamos a la Santísima Virgen María llegar al último momento de nuestra vida habiendo cumplido bien nuestra misión aquí en la Tierra.
Si hoy es miércoles o domingo, rezar el quinto misterio glorioso: La Coronación de la Santísima Virgen María como Reina y Señora de todo lo creado: Y ensalzada por el Señor, como Reina Universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte. (Lumen Gentium, Cap. VIII, 59) — Pidamos a Dios la verdadera y filial devoción a la Santísima Virgen María y la gracia de imitar fielmente sus virtudes para alcanzar el Cielo.
Al finalizar el quinto misterio, rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar diez Avemaría: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar un Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la siguiente jaculatoria: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Rezar un Salve: Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia; vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima!, ¡Oh piadosa!, ¡Oh dulce Siempre Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Omnipotente y Sempiterno Dios, que con la cooperación del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y Madre María, para que fuese merecedora de ser digna morada de tu Hijo; concédenos que, pues celebramos con alegría su conmemoración, por su piadosa intercesión seamos liberados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Nuestro Señor Jesucristo le dijo al Hermano Estanislao (1903-1927) las siguientes promesas para todas las personas que recen el Vía Crucis:
1) Yo concederé todo cuanto se me pidiere con fe, durante el rezo del Vía Crucis.
2) Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Vía Crucis.
3) Durante la vida, yo los acompañaré en todo lugar y tendrán mi ayuda especial en la hora de la muerte.
4) Aunque tuvieran más pecados que las hojas de la hierba que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Vía Crucis.
5) Los que acostumbran rezar el Vía Crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el Cielo.
6) Después de la muerte, si estos devotos llegasen al Purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer martes o viernes después de morir.
7) Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Vía Crucis; y mi bendición les acompañará en todas partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.
8) A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en mis brazos.
9) Si lo rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas almas en copón viviente, donde me complaceré en derramar mi gracia.
10) Fijaré la mirada de mis ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y mis manos estarán siempre abiertas para protegerlas.
11) Así como yo fui clavado en la Cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.
12) Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de mí porque yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.
13) En la hora de la muerte, yo los consolaré con mi presencia, e iremos juntos al Cielo. La muerte será dulce para todos los que me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis.
14) Para estos devotos del Vía Crucis, mi alma será un escudo de protección que siempre les prestará el auxilio cuando recurran a mí.
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar la oración inicial: Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos anime y ayude a tomar la Cruz de cada día y seguirte, para un día resucitar contigo en la gloria. Amén.
Rezar la primera estación: Jesús es condenado a muerte.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Por la envidia de los fariseos y la debilidad de Pilato, Jesús fue juzgado injustamente y condenado a muerte. Porque yo también te he juzgado al reclamarte algo, Señor. Porque también te he juzgado al juzgar a mis hermanos.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la segunda estación: Jesús carga con la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Simplemente se la echaron encima sin ninguna consideración, y Él no la rechazó. Por las veces que yo he dejado de llevar mi Cruz y por las veces que he renegado de mis penas y enfermedades.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la tercera estación: Jesús cae por primera vez.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
No es fácil llevar la Cruz. Muchas veces cae uno vencido bajo su peso. Por las ocasiones en que he tardado tanto en levantarme y también por todos aquéllos que no quieren levantarse.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la cuarta estación: Jesús se encuentra con su Madre.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Tuviste, Jesús, el apoyo de tu Madre en la subida al Calvario. Ella no se quejó, sino que te acompañó en ese penoso camino. Por las veces que no he dado apoyo a otros en los momentos difíciles y por haberlos dejado solos en su Vía Crucis.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la quinta estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Tuviste, Jesús, a Simón el Cireneo, quien –obligado- cargó la Cruz contigo. ¡Qué gracia la de éste que cruzaba por tu camino al Calvario! Por las veces, Señor, que no me he dado cuenta que tú has sido mi Cireneo, que has sido tú quien me ha ayudado a llevar mi Cruz.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la sexta estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Aquella mujer fue valiente al limpiar tu rostro cruzando la fuerte guardia que te llevaba a empujones y jalones camino al lugar de tu Crucifixión. Y dejaste impreso tu rostro en su paño. Por las veces que no he visto tu rostro en los que sufren, en los abandonados, en los débiles, en los ancianos y en los enfermos.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la séptima estación: Jesús cae por segunda vez.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
No sabemos si tropezaste o si caíste por un empujón. Por las veces que con mi ejemplo hice que otros tropezaran y cayeran, y por las veces que deliberadamente los he empujado. Por las veces que por mi ejemplo, otros han pecado.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la octava estación: Jesús habla a las mujeres de Jerusalén.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En medio de su dolor, Jesús no deja de preocuparse por la pena de aquellas mujeres. Por las veces en que me he dejado abrumar tanto por mis problemas, que me he olvidado de los sufrimientos de los que me rodean o se han acercado a mí.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la novena estación: Jesús cae por tercera vez.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Y por tercera vez hace un esfuerzo inmenso y se levanta. Por esas ocasiones en las que, ante las dificultades, me he desanimado y no he continuado en aquello que me has pedido a favor de los demás.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Antes de crucificarlo, lo despojaron de sus vestiduras. Por las veces en que yo he despojado a otros de su fama, de sus bienes, de sus derechos, de su inocencia, de sus ilusiones.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la undécima estación: Jesús es clavado en la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Y desde la Cruz pidió a su Padre que perdonara a sus verdugos y que nos perdonara a nosotros. Por tantos perdones que yo he negado, por tantas represalias, por tantas venganzas que he tomado, por tanto resentimiento que conservo y que amarga mi alma.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la duodécima estación: Jesús muere en la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
No hay amor mayor que dar la vida por otro. Por la facilidad con que me olvido de cuánto me amas, Señor, cuánto me has dado, cuánto te costaron mis pecados. Por la poca importancia que doy a tu Pasión y Muerte que me ha redimido y por no darme cuenta de la necesidad que tengo de ser redimido por ti.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la décima-tercera estación: Jesús es bajado de la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Y su cuerpo es puesto en brazos de su Madre. Por ese tierno Niño que tú nos diste una Nochebuena y que una mala tarde te devolvimos muerto por nuestros pecados.
Perdón, Madre, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la décima-cuarta estación: Jesús es sepultado.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Aquél que algunos judíos esperaban fuera el liberador de Israel ha sido sepultado. Por las veces en que he olvidado que es necesario pasar por todas esas cosas para poder entrar en la Gloria.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la oración final: Señor mío Jesucristo, que con tu Pasión y Muerte diste vida al mundo, líbranos de todas nuestras culpas y de toda inclinación al mal, concédenos vivir apegados a tus mandamientos y jamás permitas que nos separemos de ti. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Versión breve:
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar la oración inicial: Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos anime y ayude a tomar la Cruz de cada día y seguirte, para un día resucitar contigo en la gloria. Amén.
Rezar la primera estación: Jesús es condenado a muerte.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Por la envidia de los fariseos y la debilidad de Pilato, Jesús fue juzgado injustamente y condenado a muerte. Porque yo también te he juzgado al reclamarte algo, Señor. Porque también te he juzgado al juzgar a mis hermanos.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la segunda estación: Jesús carga con la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Simplemente se la echaron encima sin ninguna consideración, y Él no la rechazó. Por las veces que yo he dejado de llevar mi Cruz y por las veces que he renegado de mis penas y enfermedades.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la tercera estación: Jesús cae por primera vez.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
No es fácil llevar la Cruz. Muchas veces cae uno vencido bajo su peso. Por las ocasiones en que he tardado tanto en levantarme y también por todos aquéllos que no quieren levantarse.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la cuarta estación: Jesús se encuentra con su Madre.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Tuviste, Jesús, el apoyo de tu Madre en la subida al Calvario. Ella no se quejó, sino que te acompañó en ese penoso camino. Por las veces que no he dado apoyo a otros en los momentos difíciles y por haberlos dejado solos en su Vía Crucis.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la quinta estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Tuviste, Jesús, a Simón el Cireneo, quien –obligado- cargó la Cruz contigo. ¡Qué gracia la de éste que cruzaba por tu camino al Calvario! Por las veces, Señor, que no me he dado cuenta que tú has sido mi Cireneo, que has sido tú quien me ha ayudado a llevar mi Cruz.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la sexta estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Aquella mujer fue valiente al limpiar tu rostro cruzando la fuerte guardia que te llevaba a empujones y jalones camino al lugar de tu Crucifixión. Y dejaste impreso tu rostro en su paño. Por las veces que no he visto tu rostro en los que sufren, en los abandonados, en los débiles, en los ancianos y en los enfermos.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la séptima estación: Jesús cae por segunda vez.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
No sabemos si tropezaste o si caíste por un empujón. Por las veces que con mi ejemplo hice que otros tropezaran y cayeran, y por las veces que deliberadamente los he empujado. Por las veces que por mi ejemplo, otros han pecado.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la octava estación: Jesús habla a las mujeres de Jerusalén.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En medio de su dolor, Jesús no deja de preocuparse por la pena de aquellas mujeres. Por las veces en que me he dejado abrumar tanto por mis problemas, que me he olvidado de los sufrimientos de los que me rodean o se han acercado a mí.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la novena estación: Jesús cae por tercera vez.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Y por tercera vez hace un esfuerzo inmenso y se levanta. Por esas ocasiones en las que, ante las dificultades, me he desanimado y no he continuado en aquello que me has pedido a favor de los demás.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Antes de crucificarlo, lo despojaron de sus vestiduras. Por las veces en que yo he despojado a otros de su fama, de sus bienes, de sus derechos, de su inocencia, de sus ilusiones.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la undécima estación: Jesús es clavado en la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Y desde la Cruz pidió a su Padre que perdonara a sus verdugos y que nos perdonara a nosotros. Por tantos perdones que yo he negado, por tantas represalias, por tantas venganzas que he tomado, por tanto resentimiento que conservo y que amarga mi alma.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la duodécima estación: Jesús muere en la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
No hay amor mayor que dar la vida por otro. Por la facilidad con que me olvido de cuánto me amas, Señor, cuánto me has dado, cuánto te costaron mis pecados. Por la poca importancia que doy a tu Pasión y Muerte que me ha redimido y por no darme cuenta de la necesidad que tengo de ser redimido por ti.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la décima-tercera estación: Jesús es bajado de la Cruz.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Y su cuerpo es puesto en brazos de su Madre. Por ese tierno Niño que tú nos diste una Nochebuena y que una mala tarde te devolvimos muerto por nuestros pecados.
Perdón, Madre, perdón.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la décima-cuarta estación: Jesús es sepultado.
Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Aquél que algunos judíos esperaban fuera el liberador de Israel ha sido sepultado. Por las veces en que he olvidado que es necesario pasar por todas esas cosas para poder entrar en la Gloria.
Perdón, Señor, perdón.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la oración final: Señor mío Jesucristo, que con tu Pasión y Muerte diste vida al mundo, líbranos de todas nuestras culpas y de toda inclinación al mal, concédenos vivir apegados a tus mandamientos y jamás permitas que nos separemos de ti. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
La Santísima Virgen María le dijo a Santa Brígida de Suecia (1303-1373) las siguientes promesas para todas las personas que recen esta Corona:
1) A las almas que recen esta Corona diariamente, yo les concederé la paz a sus familias.
2) Las almas que recen esta Corona diariamente, serán iluminadas en los Divinos Misterios.
3) A las almas que recen esta Corona diariamente, yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.
4) A las almas que recen esta Corona diariamente, les daré lo que me pidan, con tal que no se oponga a la adorable voluntad de mi Divino Hijo o a la salvación de sus almas.
5) A las almas que recen esta Corona diariamente, las defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré en cada instante de sus vidas.
6) A las almas que recen esta Corona diariamente, las asistiré visiblemente en el momento de la muerte; verán el rostro de su Madre Celestial.
7) He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y yo seremos su consuelo y gozo eterno.
Nuestro Señor Jesucristo le reveló a Santa Isabel de Hungría (1207-1231) que Él le concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de su Santísima Madre:
1) Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Virgen María en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.
2) A todos los que recuerden esta devoción, Jesucristo los protegerá en sus tribulaciones y los protegerá muy especialmente en la hora de la muerte.
3) A los devotos de los dolores de su Santísima Madre, Jesucristo les imprimirá en sus mentes el recuerdo de su Pasión y las almas tendrán su recompensa en el Cielo.
4) Jesucristo encomendará estas almas devotas en manos de su Madre, a fin de que les obtenga todas las gracias que María quiera derramar en ellas.
Versión larga:
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar un acto de contrición: Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser tú quien eres, bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido; también me pesa porque podes castigarme con las penas del Infierno. Ayudado de tu divina gracia, propongo firmemente no pecar más, evitar todas las ocasiones próximas de pecado, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.
La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús: ¡Oh Santísima Virgen María!, por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como Corredentora, sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, has que seamos dignos hijos tuyos y que sepamos imitar tus virtudes. Amén.
Rezar siete Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La huida a Egipto con Jesús y José: ¡Oh Santísima Virgen María!, por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco tiempo de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos la vida eterna; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, has que siempre sepamos huir de las tentaciones del diablo. Amén.
Rezar siete Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La pérdida del Niño Jesús: ¡Oh Santísima Virgen María!, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada, pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, has que los jóvenes no se pierdan por malos caminos. Amén.
Rezar siete Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
El encuentro con Jesús con la Cruz a cuestas camino al Calvario: ¡Oh Santísima Virgen María!, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la Cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era el Creador de la Vida, por nosotros aceptó sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte, y precisamente muerte de Cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de Reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarlo y ceñírsela en su frente, en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, has que seamos dignos vasallos de tan Gran Rey y que sepamos ser humildes como Él lo fue. Amén.
Rezar siete Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La crucifixión y la agonía de Jesús: ¡Oh Santísima Virgen María!, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de cómo clavaron los clavos en las manos y en los pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verlo agonizando en la Cruz; para darnos vida eterna a nosotros, llevó su Pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su Pasión; tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado, sino has que podamos recibir los frutos de la redención. Amén.
Rezar siete Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto: ¡Oh Santísima Virgen María!, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el Corazón de tu Hijo, sentirías como si la hubieran dado en tu propio Corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, has que sepamos amar a Jesús como Él nos amó. Amén.
Rezar siete Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
El entierro de Jesús y la soledad de María: ¡Oh Santísima Virgen María!, por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; Él, que era Creador, Dueño y Señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos, siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y tú, Madre Nuestra adoptiva y Corredentora, lo acompañaste en todos sus sufrimientos y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos. Amén.
Rezar siete Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la oración final: Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal, a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a su Amor y obedezca su Divina Voluntad. Madre Mía, quiero vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Versión breve:
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La huida a Egipto con Jesús y José.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La pérdida del Niño Jesús.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
El encuentro con Jesús con la Cruz a cuestas camino al Calvario.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La crucifixión y la agonía de Jesús.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
El entierro de Jesús y la soledad de María.
Rezar un Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Santa Brígida de Suecia (1303-1373) las siguientes promesas para todas las personas que recen estas oraciones:
1) El alma que reza estas oraciones, no sufrirá ningún Purgatorio.
2) El alma que reza estas oraciones, será aceptada entre los mártires como si hubiera derramado su propia sangre por la fe.
3) El alma que reza estas oraciones, debe elegir a tres personas (excepto tú mismo), a quienes Jesucristo luego mantendrá en un estado de gracia suficiente para que se santifiquen. (Elegir mentalmente a tres personas que aún estén vivas. Una vez que se haya elegido a las tres personas, no se pueden cambiar).
4) Ninguna de las cuatro generaciones siguientes al alma que reza estas oraciones, se perderá.
5) El alma que reza estas oraciones, será consciente de su muerte un mes antes de que ocurra.
Estas oraciones se deben rezar todos los días durante 12 años.
Si una persona que reza estas oraciones todos los días y tenía la intención de seguir rezándolas, muere antes de que transcurran los doce años, para Jesucristo será igual que si hubiera rezado los doce años completos.
Se puede empezar a rezar estas oraciones cualquier día del año.
Si por algún grave motivo, no se pudo rezar estas oraciones hasta antes de la medianoche, se tiene tiempo hasta antes del amanecer del día siguiente.
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar la oración inicial: Oh Jesús, ahora deseo rezar la oración del Señor siete veces, junto con el amor con que tú santificaste esta oración en tu corazón. Tómala de mis labios hasta tu Sagrado Corazón: mejórala y complétala para que le brinde tanto honor y felicidad a la Santísima Trinidad en la tierra como tú lo garantizaste con esta oración. Que esta se derrame sobre tu Santa Humanidad para la glorificación de tus dolorosas heridas y la Preciosísima Sangre que tú derramaste de ellas. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
La circuncisión de Jesucristo: Padre Eterno, por medio de las Manos Inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las primeras heridas, los primeros dolores y el primer derrame de sangre, como expiación de los pecados de mi infancia y de toda la humanidad, como protección contra el primer pecado mortal, especialmente entre mis parientes.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
La agonía de Jesucristo en el Huerto de los Olivos: Padre Eterno, por medio de las Manos Inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco el intenso sufrimiento del Corazón de Jesús en el Huerto de los Olivos y cada gota de sudor de sangre, como expiación de mis pecados del corazón y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y para que se extienda el amor divino y fraterno.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
La flagelación de Jesucristo: Padre Eterno, por medio de las Manos Inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las muchas miles de heridas, los terribles dolores y la Preciosísima Sangre de la flagelación, como expiación de mis pecados de la carne y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y la preservación de la inocencia, especialmente entre mis parientes.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
La coronación de espinas de Jesucristo: Padre Eterno, por medio de las Manos Inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las heridas, los dolores y la Preciosísima Sangre de la Sagrada Cabeza de Jesús luego de la coronación de espinas, como expiación de mis pecados del espíritu y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y para que se extienda el Reino de Jesucristo aquí en la tierra.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Jesucristo cargando la Cruz: Padre Eterno, por medio de las Manos Inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco los sufrimientos en el camino a la Cruz, especialmente la Santa Herida en su Hombro y la Preciosísima Sangre, como expiación de mi negación de la Cruz y la de toda la humanidad, todas mis protestas contra tus planes divinos y todos los demás pecados de palabra, como protección contra tales pecados y para un verdadero amor a la Cruz.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
La crucifixión de Jesucristo: Padre Eterno, por medio de las Manos Inmaculadas de María y el Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco a tu hijo en la Cruz, cuando lo clavaron y lo levantaron, las heridas en sus manos y en sus pies y los tres hilos de la Preciosísima Sangre que derramó allí por nosotros, las extremas torturas del cuerpo y del alma, su Preciosa Muerte y su renovación no sangrienta en todas las Santas Misas de la tierra, como expiación de todas las heridas contra los votos y normas dentro de las órdenes, como reparación de mis pecados y los de todo el mundo, por los enfermos y moribundos, por todos los santos sacerdotes y laicos, por las intenciones del Santo Padre, por la restauración de las familias cristianas, para el fortalecimiento de la fe, por nuestro país y por la unión de todas las naciones en Jesucristo y su Iglesia, así como también por la diáspora.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
La llaga del costado de Jesucristo: Padre Eterno, acepta como dignas, por las necesidades de la Santa Iglesia y como expiación de los pecados de toda la humanidad, la Preciosísima Sangre y el Agua que manó de la herida del Sagrado Corazón de Jesús. Sé misericordioso para con nosotros. ¡Sangre de Cristo, el último contenido Precioso de su Sagrado Corazón!, lávame de todas mis culpas de pecado y las de los demás. ¡Agua del costado de Cristo!, lávame totalmente de las penitencias del pecado, y extingue las llamas del Purgatorio para mí y para todas las almas del Purgatorio. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Santa Brígida de Suecia (1303-1373) las siguientes promesas para todas las personas que recen estas oraciones:
1) Cualquiera que recite estas oraciones obtendrá el grado máximo de perfección.
2) Quince días antes de su muerte, tendrá un conocimiento perfecto de todos sus pecados y una contrición profunda de ellos.
3) Quince días antes de su muerte, le daré mi Precioso Cuerpo a fin de que escape del hambre eterno; le daré de beber mi Preciosa Sangre para que no permanezca sediento eternamente.
4) Libraré del purgatorio a quince almas de su familia.
5) Quince almas de su familia serán confirmadas y preservadas en gracia.
6) Quince pecadores de su familia se convertirán.
7) Cualquiera que haya vivido en estado de pecado mortal durante 30 años; pero recita estas oraciones o tiene la intención de recitar devotamente estas oraciones, yo, el Señor, le perdonaré todos sus pecados.
8) Si un pecador que ha vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida, comienza a rezar estas oraciones, y debiera morir al día siguiente, prolongaré su existencia.
9) Obtendrá todo lo que le pida a Dios y a la Santísima Virgen María.
10) Donde se encuentren estas oraciones o donde se recen estas oraciones, Dios estará presente con su gracia.
11) Todo aquél que enseñe estas oraciones a los demás, ganará incalculables méritos y su Gloria será mayor en el Cielo.
12) Por cada vez que se recite estas oraciones, se ganarán 50 días de indulgencia.
13) Su alma será liberada de la muerte eterna.
14) Gozará de la promesa de que será contado entre los Bienaventurados del Cielo.
15) Yo lo defenderé contra las tentaciones del mal.
16) Preservaré y guardaré sus cinco sentidos.
17) Lo preservaré de una muerte repentina.
18) Yo pondré el signo de mi victoriosa Cruz delante de él, para que sea su amparo y defensa contra las acechanzas de los enemigos de su alma.
19) Antes de su muerte, vendré con mi amada Madre.
20) Recibiré muy complacido su alma y lo conduciré a los gozos eternos. Y habiéndolo llevado allí, le daré de beber de la fuente de mi divinidad; cosa que no haré con los que no hayan recitado mis oraciones.
21) Se le asegura que será colocado junto al Supremo Coro de los Santos Ángeles.
Oraciones aprobadas por el Papa Pío IX.
Estas oraciones se deben rezar todos los días durante 1 año.
Se puede empezar a rezar estas oraciones cualquier día del año.
Si por algún grave motivo, no se pudo rezar estas oraciones hasta antes de la medianoche, se tiene tiempo hasta antes del amanecer del día siguiente.
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar las oraciones iniciales:
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego eterno de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu, y todo será creado. Y se renovará la faz de la tierra.
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz de tu Espíritu Santo, concédenos que animados y guiados por este mismo Espíritu, aprendamos a obrar rectamente siempre y gocemos de la dulzura del bien de sus divinos consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la primera oración: ¡Oh Jesucristo!, eres la eterna dulzura de todos los que te amamos, eres la alegría que supera todo gozo y deseo, eres la salvación y la esperanza de todos los pecadores. Tú haz manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres en la tierra; los amas hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acuérdate de todos los sufrimientos que has soportado desde el instante de tu Concepción, y especialmente durante tu Sagrada Pasión, así como fue decretado y ordenado desde toda la eternidad, según el plan divino. Acuérdate, ¡oh Señor!, que durante la última cena con tus discípulos les has lavado los pies, y después, les diste tu Sacratísimo Cuerpo y tu Preciosísima Sangre. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciaste tu próxima Pasión. Acuérdate de la tristeza y amargura que has experimentado en tu alma, como tú mismo lo afirmaste diciendo: “Mi alma está triste hasta la muerte”. Acuérdate de todos los temores, las angustias y los dolores que has soportado, en tu Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuiste traicionado por tu discípulo Judas y apresado por los habitantes de una nación que habías escogido y enaltecido; fuiste acusado por falsos testigos e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de tu madurez y en la solemne estación pascual. Acuérdate que fuiste despojado de tu propia vestidura y revestido con manto de irrisión; te cubrieron los ojos y la cara infligiéndote bofetadas. Después, coronándote de espinas, pusieron en tus manos una caña. Finalmente, fuiste atado a la columna, desgarrado con azotes y agobiado de oprobios y ultrajes. En memoria de todas estas penas y dolores que has soportado antes de tu Pasión en la Cruz, concédeme antes de morir, una verdadera contrición de mis pecados, una sincera y completa confesión, una adecuada satisfacción y la remisión de todos mis pecados. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la segunda oración: ¡Oh Jesús, la verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias!, acuérdate del horror y la tristeza con que fuiste oprimido cuando tus enemigos, como leones furiosos, te rodearon con miles de injurias, salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Te atormentaron a su antojo. En consideración a estos tormentos y a las palabras injuriosas, te suplico, ¡oh mi Salvador y Redentor!, que me libres de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo tu protección, hagas que yo alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la tercera oración: ¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar; tú abarcas todo y todo es sostenido bajo tu amorosa potestad!, acuérdate del dolor muy amargo que sufriste cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe clavaron tus Sagradas manos y pies a la Cruz; y no viéndote en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron tus llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron tu cuerpo en la Cruz, y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron tus huesos. ¡Oh Jesús!, en memoria de este Santo Dolor que has soportado con tanto amor en la Cruz, te suplico concederme la gracia de temerte y amarte. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la cuarta oración: ¡Oh Jesús, médico celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las tuyas!, acuérdate de las contusiones y los desfallecimientos que has sufrido en todos tus miembros, y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al tuyo. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies, ninguna parte de tu cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos tus sufrimientos no dejaste de pedir por tus enemigos, a tu Padre Celestial diciéndole: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, te hago esta súplica: concédeme que el recuerdo de tu muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta contrición y remisión de todos nuestros pecados. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la quinta oración: ¡Oh Jesús, espejo de resplandor eterno!, acuérdate de la tristeza aguda que has sentido al contemplar, con anticipación, las almas que habían de condenarse. A la luz de tu Divinidad, has vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de tu Sagrada Pasión; simultáneamente, has contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serían condenados por sus pecados, y te has quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores. Por este abismo de compasión y piedad, y principalmente por la bondad que demostraste hacia el buen ladrón diciéndole: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, te hago esta súplica: Dulce Jesús, te pido que, a la hora de mi muerte, tengas esa misma misericordia de mí. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la sexta oración: ¡Oh Jesús, Rey infinitamente amado y deseado!, acuérdate del dolor que has sufrido cuando, desnudo y como un criminal común y corriente, fuiste clavado y elevado en la Cruz. También fuiste abandonado de todos tus parientes y amigos, con la excepción de tu muy amada Madre. En tu agonía, ella permaneció fiel junto a ti; luego, la encomendaste a tu fiel discípulo Juan, diciendo a María: “Mujer, he aquí a tu hijo!”, y a Juan: “He aquí a tu Madre!” Te suplico, ¡oh mi Salvador!, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de tu Santísima Madre, que tengas compasión de mí, y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asísteme en todas mis pruebas y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la séptima oración: ¡Oh Jesús, inagotable fuente de compasión, ten compasión de mí! En profundo gesto de amor, has exclamado en la Cruz: “Tengo sed”; era sed por la salvación del género humano. ¡Oh mi Salvador!, te ruego que inflames nuestros corazones con el deseo de dirigirnos a la perfección, en todas nuestras obras. Extingue en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la octava oración: ¡Oh Jesús, dulzura de los corazones y deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que has probado en la Cruz, por amor a nosotros, escucha nuestros ruegos. Concédenos la gracia de recibir dignamente tu Sacratísimo Cuerpo y tu Preciosísima Sangre durante nuestra vida, y también a la hora de nuestra muerte, para que nos sirva de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la novena oración: ¡Oh Jesús, virtud real y gozo del alma!, acuérdate del dolor que has sentido, sumergido en un océano de amargura; al acercarse la muerte, insultado y ultrajado por los judíos, clamaste en voz alta que habías sido abandonado por tu Padre Celestial diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Por esta angustia, te suplico, ¡oh mi Salvador!, que no me abandones en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la décima oración: ¡Oh Jesús, principio y fin de todas las cosas; eres la vida y la virtud plena!, acuérdate que, por causa nuestra, fuiste sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los pies hasta la cima de la cabeza. En consideración a la enormidad de tus llagas, enséñame a guardar, por puro amor a ti, todos tus mandamientos, cuyo camino de tu Ley Divina es amplio y agradable para aquellos que te aman. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la undécima oración: ¡Oh Jesús, abismo muy profundo de misericordia! En memoria de las llagas que penetraron hasta la médula de tus huesos y entrañas, para atraerme hacia ti, presento esta súplica: Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, te pido que me apartes del pecado; ocúltame de tu Rostro tan justamente irritado contra mí; escóndeme en los huecos de tus llagas hasta que tu cólera y justísima indignación hayan cesado. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la duodécima oración: ¡Oh Jesús, espejo de la verdad, sello de la unidad y vínculo de la caridad!, acuérdate de la multitud de llagas con que fuiste herido, desde la cabeza hasta los pies; esas llagas fueron laceradas y enrojecidas, ¡oh dulce Jesús!, por la efusión de tu Adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto has sufrido, por amor a nosotros, en tu carne virginal, dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer por nosotros que no hayas hecho? Nada falta. ¡Todo lo has hecho! ¡Oh, amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de tu Pasión, que el fruto meritorio de tus sufrimientos sea renovado en mi alma, y que en mi corazón, tu amor aumente cada día hasta que yo llegue a contemplarte en la eternidad. ¡Oh amabilísimo Jesús!, tú eres el tesoro de toda alegría y dicha verdadera que te pido concederme en el Cielo. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la décima-tercera oración: ¡Oh Jesús, fuerte león, Rey inmortal e invencible!, acuérdate del inmenso dolor que has sufrido cuando, agotadas todas tus fuerzas, tanto morales como físicas, inclinaste la cabeza y dijiste: “Todo está hecho”. Por esta angustia y dolor, te suplico, Señor Jesús, que tengas piedad de mí en la hora de mi muerte, cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la décima-cuarta oración: ¡Oh Jesús, Único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de su esencia!, acuérdate de la sencilla y humilde recomendación que hiciste de tu alma, a tu Padre Eterno diciéndole: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu!” Desgarrado tu cuerpo, destrozado tu corazón y abiertas las entrañas de tu misericordia para redimirnos, has expirado. Por tu Preciosa Muerte, te suplico, oh Rey de los Santos, confórtame; socórreme para resistir al demonio, la carne y al mundo; a fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para ti; y a la hora de mi muerte, recibe mi alma peregrina y desterrada que regresa a ti. Amén.
Rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la décima-quinta oración: ¡Oh Jesús, verdadera y fecunda vid!, acuérdate de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente has derramado de tu Sagrado Cuerpo. Tu Preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar. De tu costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y Agua, hasta no quedar gota alguna en tu cuerpo. Finalmente, como un has de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada carne tuya fue destrozada, la substancia de tu cuerpo fue marchitada y fue disecada la médula de tus huesos. Por esta amarga Pasión y por la efusión de tu Preciosa Sangre, te suplico, ¡oh dulcísimo Jesús!, que recibas mi alma cuando yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén.
Rezar tres Gloria a la Santísima Trinidad.
Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar la oración final: ¡Oh Dulce Jesús!, hiere mi corazón, a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Conviérteme enteramente, oh mi Señor, a ti. has que mi corazón sea tu habitación perpetua y que mi conversación te sea agradable; que el fin de mi vida te sea de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer tu Paraíso y alabarte para siempre en el Cielo con todos tus Santos. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
En el año 1750, San Miguel Arcángel le dijo a la Sierva de Dios Antonia D’Astónac las siguientes promesas para todas las personas que recen la Corona Angélica:
1) Aquellos que recen esta Corona antes de la Sagrada Comunión serán acompañados a la Sagrada Mesa por un ángel de cada uno de los nueve coros.
2) Aquellos que recen esta Corona todos los días disfrutarán de su asistencia continua durante esta vida y también después de la muerte.
3) Aquellos que recen esta Corona todos los días, después de la muerte serán librados del Purgatorio junto con sus allegados.
Nos persignamos: “Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Rezar un acto de contrición: Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser tú quien eres, bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido; también me pesa porque podes castigarme con las penas del Infierno. Ayudado de tu divina gracia, propongo firmemente no pecar más, evitar todas las ocasiones próximas de pecado, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.
Rezar las siguientes oraciones:
—Oh Dios, ven en mi ayuda.
—Apresúrate, Señor, a socorrerme.
Rezar un Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar las siguientes nueve salutaciones.
Rezar la primera salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del celeste coro de los Serafines, le suplicamos al Señor que nos haga dignos de una llama de perfecta caridad. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la segunda salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del celeste coro de los Querubines, quiera el Señor concedernos la gracia de abandonar el camino del pecado y de correr por el de la perfección cristiana. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la tercera salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del sagrado coro de los Tronos, infunda el Señor en nuestros corazones un espíritu de verdadera y sincera humildad. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la cuarta salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del celeste coro de las Dominaciones, quiera el Señor concedernos la gracia de poder dominar nuestros sentidos y corregir las pasiones depravadas. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la quinta salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del celeste coro de las Potestades, dígnese el Señor librar nuestras almas de las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la sexta salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del coro de las admirables Virtudes celestiales, no permita el Señor que caigamos en las tentaciones sino que nos libre de todo mal. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la séptima salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del celeste coro de los Principados, dígnese el Señor llenar nuestras almas del espíritu de verdadera y sincera obediencia. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la octava salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del celeste coro de los Arcángeles, quiera el Señor concedernos el don de la perseverancia en la fe y en las buenas obras, para que podamos conseguir la gloria del paraíso. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar la novena salutación: Por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel y del celeste coro de todos los Ángeles, dígnese el Señor concedernos que nos guarden en la presente vida mortal, y que después nos conduzcan a la gloria eterna de los Cielos. Amén.
Rezar un Padrenuestro: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar tres Avemaría: Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Rezar un Padrenuestro por intercesión de San Miguel Arcángel: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar un Padrenuestro por intercesión de San Gabriel Arcángel: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar un Padrenuestro por intercesión de San Rafael Arcángel: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar un Padrenuestro por intercesión de nuestro Ángel de la Guarda: Padre nuestro que estás en el Cielo; santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
Rezar la antífona y la oración final.
Rezar la antífona: Gloriosísimo Príncipe San Miguel Arcángel, cabeza y jefe de los ejércitos celestiales, depositario de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, doméstico en la real morada de Dios, nuestra guía admirable después de Jesucristo, y de excelencia y virtud sobrehumanas; dígnate librar de todo mal a todos los que acudimos a ti con confianza; y has por medio de tu protección incomparable, que adelantemos cada día en servir fielmente a nuestro Dios. Ruega por nosotros, oh Gloriosísimo San Miguel Arcángel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.
Rezar la oración final: Omnipotente y Sempiterno Dios, que con un prodigio de bondad y misericordia para la salvación de todos los hombres, elegiste por príncipe de tu Iglesia al Gloriosísimo San Miguel Arcángel; te suplicamos que nos hagas dignos de que con su benéfica protección, nos libre de todos nuestros enemigos, para que ninguno de ellos nos moleste en la hora de nuestra muerte, sino que seamos conducidos por él a la presencia de tu Divina Majestad. Por los méritos de Nuestros Señor Jesucristo. Amén.
Nos santiguamos: “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Dios te bendiga. Mi nombre es Stefania. Te pido oraciones por mi sanación. ¡Dios te recompense por tu bondad!